Es la tercera de la saga y ya tiene un público cautivo propio, que favoreció a las otras dos. Un gobierno totalitario en EEUU que permite una noche de impunidad al año, que comenzó con un drama de vecinos violentos, siguió con la denuncia de la utilización de la purga para librarse de los más necesitados de la sociedad y ahorrar costo solidario y termina con una senadora rubia que anuncia, ya lanzada a la carrera electoral, borrar las purgas y por supuesto los “padres del régimen” que están en el poder la quieren borrar a ella. Es demasiado fácil, así lo vieron varios medios norteamericanos, hacer un paralelismo entre la rubia Hilary y en fanático Trump ¿Una ayudita de los amigos de Hollywood para los demócratas? El director y guionista de las tres, James de Mónaco, niega esa inspiración pero se apresura a celebrar la coincidencia con los tiempos políticos. Al margen de esas especulaciones lo que se ve es lo habitual, además de las torturas que sufrió la senadora en el pasado, abundan tiros, heridos, golpeados, discriminados, , explosiones, lacerados, tormentos, persecuciones y muchos, muchos cadáveres en la siniestra lógica de matar o morir. Y algunos miramientos éticas de la candidata que en ese marco resultan tristemente cómicos. Con la taquilla prácticamente asegurada, cumple con su cuota de suspenso y entretenimiento.