Con la dirección de Gabriel Zaragoza y el guión de Luciano Lell, ambos son también los productores. La inspiración llego con un hecho bastante insólito, la colocación de cámaras callejeras en pequeños pueblos de Entre Ríos sin que nada lo justifique, con bajos índices de delincuencia, pero con el apoyo entusiasta de los medios. Un ojo de “gran hermano” que a puro aburrimiento repara en un hombre que decide, o no puede hacer otra cosas que mirar su realidad morosamente, como lo dice el titulo sin ningún apuro por llegar a un destino que quizás desconoce. Un hombre que se transforma en sospechoso y por eso es detenido, las camaritas tienen que justificarse.
UN HOMBRE QUE NO SUPO DONDE IR
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