Es una adaptación de la obra póstuma e incompleta de Roberto Arlt » El desierto entra en la ciudad» realizada por Pompeyo Audivert que también dirige «la farsa de los ausentes. Con un elenco de 21 actores encabezado por Daniel Fanego, Roberto Carnaghi y Juan Palomino, aunque la obra convoca a una actuación coral. Acción y personajes sin tiempo que deambulan con una condena eterna, no saber ni su propósito, ni su misión, incompletos pero obedientes a un jefe despótico, a una empresa siniestra, a un destino de repetición de errores más que evidentes. Por eso el adaptador habla de una mecánica histórica siniestra con personajes ocupados en quehaceres absurdos, una farsa que aunque nos ausenta nos retrata en nuestra identidad
Quienes
Autor: Basada en «El desierto entra en la ciudad» de Roberto Arlt. Versión: Pompeyo Audivert
Elenco: Daniel Fanego, Roberto Carnaghi, Juan Palomino, Ivana Zacharski, Carlos Kaspar, Santiago Ríos, Mosquito Sancineto, Andrés Mangone, Pablo De Nito, Abel Ledesma, Fernando Khabie, Hilario Quinteros, Susana Herrero Markov, Eric Calzado, Carla Laneri, Hernán Crismanich, Mauro Pelle, Gabriel Páez, Melina Benítez, Dulce Ramírez, Milagros Fabrizio
Músico en escena: Claudio Peña
Coordinador de producción: Gustavo Schraier
Asistencia de dirección: María Leiva, Victoria Rodríguez Cuberes
Asistente artístico: Eric Calzado
Asistente de vestuario: Valeria Fernández
Asistente de escenografía: Julia Di Blasi, Valentina Remenik
Entrenamiento vocal: Maby Salerno
Música original y diseño sonoro: Claudio Peña
Iluminación: Félix Monti, Magdalena Ripa Alsina
Vestuario: Julio Suárez
Escenografía: Norberto Laino
Dirección: Pompeyo Audivert
Donde
Teatro San Martín sala Martín Coronado, Avenida Corrientes 1530
Por qué sí
Porque la inteligencia y el talento de Pompeyo Audivert con esta herencia valiosa y única de Roberto Arlt provocan, les regalan al espectador una obra de gran despliegue que solo un teatro oficial puede brindar. Pero además esa enormidad escenográfica, ese grupo numeroso de actores, esos personajes a medio terminar que buscan papeles perdidos con falsas ilusiones, conforman un fresco fascinante. Mandados por un ser despótico que da órdenes porque esa es su «misión» y a su lado un » equipo» de genuflexos funcionarios que interpretan sus deseos y una masa que obedece sin chistar. Y cuando llega una ilusión supuesta todos corren detrás de un bebé gigante que recita titulares de diarios como si fueran la verdad revelada. Todos perdieron para siempre la capacidad de pensar, de decidir por su cuenta, de ele orar un criterio propio, de tener una identidad completa. Una » maldición» social, política, humana que parece merecer una eternidad.
Escenas de «La Farsa de los Ausentes»