Anahi Berneri, la directora y guionista (junto a Javier Van del Couter) realizó una película cruda, sin atenuantes, donde pone a sus protagonista, una prostituta en plena acción de sobrevivir junto a su pequeño hijo. Esa mujer que se enfrenta a una realidad inapelable y toma rápidamente las decisiones que tiene a mano, sin pensar demasiado, no tiene tiempo para eso. La Alanis del título convive con una amiga mayor y ejerce su oficio hasta que unos policías clausuran el lugar, detienen a su amiga “por trata” y ella, solo recuerda que tiene una tía con una boutique en Plaza Miserere que le da cobijo temporal. Le ofrece trabajar de mucama y ella prueba y rechaza ese trabajo mal remunerado que no le permite nada. Decide seguir con su profesión, hacer la calle. Sufre ser corrida y golpeada por las otras chicas caribeñas que se sienten dueñas del lugar, soporta clientes violentos, pelea por su hijo y encontrar un lugar, otro “privado” para acomodar su vida. Se muestra una realidad tan paralela como conocida, donde en su precariedad la protagonista decide como puede su destino. Hay vacíos legales, certezas, la definición de la prostitución como un trabajo no legalizado. Una toma de posición definida que no le huye a la polémica. Sofía Gala Castiglione, sin dudas en uno de los mejores trabajos de su carrera logra transmitir con economía de gestos y profundidad lo que le ocurre a su personaje. Actúa con su pequeño hijito lo que le dio a su personaje una relación única de calidez y empatía define a la perfección esa faceta de su vida de ficción. Se muestra una realidad urgente y cruda en un registro que emula al documental. Un mundo que muchas veces no queremos ver.