Una agradable comedia francesa escrita y dirigida por Stephane Robelin (El mismo de (“¿Y si vivimos todos juntos?”) que le otorga un ritmo tranquilo pero entretenido a las desavenencias de amores encontrados y perdidos. En el núcleo de la acción toma la idea del Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand, pero con un giro distinto. El que esta solo y prueba por primavera vez una cita por Internet es un viudo, de 79 años, que desde la muerte de su esposa no sale a la calle (en dos años) y que descubre como manejarse con la computadora por las clases que le da el novio de su nieta. Cuando por fin encuentra una joven mujer que le gusta, envíe la foto de su yerno, pero es él con su seducción quien logra enamorar a la chica de sus sueños. Así, sin atreverse a contar su verdad lo único que logra es que el joven muchacho se enamore de “la candidata”. Vueltas de tuerca, historias laterales, enredos, pero por sobre todas las cosas una actuación medida y tierna de Pierre Richards que con los años logró mas talento como actor. Lo acompaña un elenco de primera donde cada un tiene su oportunidad de lucimiento. Amable, sostiene la historia sin necesidad de vértigos, con buen aprovechamiento de los equívocos de la trama para recrear momentos con observaciones certeras y buena pintura de los personajes. Con un aire melancólico.
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