Una superproducción financiada por EEUU y China, una unión que promete seguir en el tiempo, que se inscribe en el fenómeno de las películas de tiburones que tienen un público fiel que llena las salas y fue una de las más vistas en el finde de su estreno en EEUU. En este caso el tiburón es un sobreviviente de las épocas del cenozoico, Una versión corpulenta del gran tiburón blanco que según los fósiles podía alcanzar hasta 18 metros de largo. En esta ficción le agregaron cuatro metros y listo. Sobrevivió, según la novela de Steve Alten, (un best seller, claro) en una fosa profundísima protegida hasta que llegaron los humanos y salió a la superficie a alimentarse con todo. Aquí el guión lo hicieron entre tres (Deán Georgaria, Jon y Eric Hoeber y si bien no tuvieron ninguna idea nueva, hasta reprodujeron una playa llena de gente pero esta vez en China, y el animal demonizado (una criatura prehistórico sobreviviente hubiera merecido un poco mas de respeto) se la pasa atacando sin cesar como corresponde. Allí esta Jason Statham que ya lo tenía visto (no hay ninguna explicación de cómo apareció el que lo atacó) y como nadie le creyó, y lo trataron como a un loco que encima provoco la muerte de sus amigos, se transforma en el único que puede salvarnos de tamaño monstruo. ¿Nos asusta todavía la boca llena de dientes que hizo famosa Spielberg? por la proliferación de estos productos parece que sí. Acá todo es bastante rutinario, salvo dos escenas muy logradas que no vamos a espoliar pero que están muy bien realizadas. Lo demás ya lo vimos, los personajes están apenas esquematizados, mas una nenita prodigio y un perrito que sorprenderán. No mucho más. Pero los fanáticos del género que son muchos la pasaran muy bien.