Una película singular ya desde su gestación, decidida realmente como independiente, sin apoyo financiero alguno, autogestiva, de manera cooperativa y comunitaria. Es la opera prima de Federico Jacobi, con guión de Gastón Varela, que se basó en un cuento propio. Y pone su acento y su mirada en lo que le ocurre a un hombre, deteriorado física y espiritualmente, enojado con la vida, padeciente de la soledad, en sus últimos días. Es un protagonista que difícilmente logre una primera empatía con el espectador que es testigo de su decadencia y mal humor, en una casa deteriorada, con una actitud de sordidez y rebelión frente a un cuerpo enfermo que no le responde y la negativa constante a cualquier intromisión, al mínimo gesto de ayuda que siente como una pérdida de independencia. Pero también seremos testigos de su relación con un hijo que no sabe como tratarlo y es maltratado, de sus fantasías luminosas, de unos recuerdos dolorosos. No hay concesiones al golpe bajo y mucha verdad en un filme que también puede ser leído como la llegada de jirones de recuerdos de una vida que ya no existe. Una gran actuación de Daniel Quaranta. Bien filmado, de sólida construcción sin pasos en falso, con intensidad y dolor puestos en toda su dimensión herida.