La película de Pierre Francoise Santer demuestra que siempre, cuando hay talento, creatividad y sensibilidad se puede ser original y emocionar con detalles. Abordar con hondura un tema tan complejo como las consecuencias de la migración. Un hombre calabrés que busco un mejor destino en Suiza, muere y su cuerpo es enviado a sus familiares, al pequeño pueblo donde nació. Dos funebreros, migrantes también, uno portugués y otro servio (de ancestros gitanos) deberán cumplir con esa misión. Entonces nos enfrentamos a una road movie en un coche fúnebre. Con una cámara sobre los dos empleados y otra sobre el camino que dejan atrás desde la perspectiva del ataúd. Con esa sencillez, con largas tomas, con dos grandes actores la película nos atrapa. Religión y recuerdos, reflexiones culturales, diálogos ocasionales con gente que se cruzan en el camino. Una gran frescura para filosofar sobre orígenes y desarraigos. Costumbres heredadas, atavismos y giros actuales, amores y nostalgias. No se necesita más para calar hondo en una problemática con tantas aristas. Con ternura en un tema tan complejo y acuciante, tan parte de la naturaleza humana. Per también un fenómeno actual impulsado por tiempos contemporáneos, presionados por enormes diferencias económicas y sueños de prosperidad, sin reparar en los costos.