Cuando se estrenó la primera película como una versión terrorífica de “El día de la marmota” la idea resultó curiosa y efectiva. La protagonista amanecía en el dormitorio de un extraño el día de su cumpleaños y moría a manos de un asesino con máscara de bebé, en un loop de tiempo que se repetía con ligeras variantes en once oportunidades. Para esta segunda parte el director y guionista Christopher Landon ofrece sorpresas, un poco menos de diversión y la incorporación de momentos melodramáticos que buscan la lágrima. Hay que reconocerle que pudo haber elegido a otro protagonista como se reconoce al principio y evitó esa salida fácil. Pero también se olvidó de la ironía de la primera con su toque slasher. Se embarca con un equipo de nerds científicos que construyeron una especie de máquina del tiempo que pretende ingresar en “lo serio” y dar una explicación de lo que ocurre. Y en brindar una opción, detallada con ahínco, de poder elegir una versión mejorada de la vida, con momentos de decisiones de hierro, más teleteatreras, con filosofía barata de frases hechas. Lo mejor sigue siendo su protagonista Jessica Rothe y su energía. La química con su enamorado encarnado por Israel Broussard. El resto del elenco acompaña con entrega. Especial mención merece Rachel Matthews con escenas escritas especialmente para su lucimiento. Un entretenimiento que funciona.