Una película de mirada costumbrista que tiene una primera parte previsible, de situaciones reconocibles, el hastío de un trabajo rutinario, el sueño del cuentapropismo, las deudas por la vivienda y la nostalgia barrial asomando rápidamente. Toda una realidad que choca con un mundo sin escrúpulos donde casi todos se aprovechan del engaño y practican el sálvese quien pueda, frente un protagonista capaz de seguir con una posición moral que tendrá su justicia poética. Desde la mitad en adelante comienza un clima de agobio y el respiro de no “tener salida” que en vez de caer en la desesperación final se encamina a un barajar y dar de nuevo. En un proyecto hecho a pulmón, Pablo Echarri le pone el hombro, su talento y es la película, junto a un ladero de fierro que es Roly Serrano. A su lado una esposa un poco desfasada en edad para ser la compañera de Echarri, un personaje desdibujado, una suegra graciosa, encarnada por Georgina Barbarrosa y un vecino engañador a cargo del siempre eficaz Mario Alarcón. Con momentos logrados y cierto encanto.