Una bella comedia de enredos que se gana el interés y también la emoción del espectador con una persistente melancolía, que tiene un desarrollo clásico del género, pero que jamás pierde su sentido de pertenencia, dirigida por Rodrigo Moscoso. Hecha en Salta, con ese tonito típico y no pocas críticas a la manera de ser “quedada” de los locales, frente a la impulsividad de una argentina. El chico con el típico del síndrome de Peter Pan, a sus 35 años, vive con sus padres, limpia piletas de natación, se droga todo el tiempo y tiene como “bulin” el negocio familiar cerrado, que le da título a la película. Pero que marcó todo el destino familiar. La relación comienza en un casamiento donde el va de “colado” y ella es amiga de la novia. Ella además era el objeto del deseo del socio del protagonista. Entre mentiras, miedos, y una atracción innegable ella termina en ese negocio de ramos generales, enamorados, pasionales, pero acumulando silencios y otras mentiras sociales. El ritmo nunca decae ni tampoco el encanto. Bárbara Lombardo el pone toda su energía a un personaje que oscila entre el deseo y la desconfianza, Javier Flores le otorga a su criatura esa cuota de desparpajo y permanente vulnerabilidad que necesita. Miedos y verdades a medias, inventos y necesidad de marcar status, mil engaños que deberá resistir esta relación hasta que se caigan los velos y queden al descubierto todas las verdades individuales. Encantadora.
BADU HOGAR
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