Dirigida por Jia Zhang Ke, protagonizada por su musa, socia creativa y esposa, la gran actriz Zhao Tao, este film contemplativo y bello, conjuga en su devenir tres tiempos históricos en una relación, pero también en el cambio vertiginoso de China, en su crecimiento económico, en sus construcciones de grandes obras, en las ventajas y consecuencias de esas mutaciones rápidas y exitosas, aparentemente imparables. Esa unión de una mujer y un hombre, a lo largo de una historia intensa, les hace atravesar desde el ambiente de gangsters y escenas de acción logradísimas hasta el melodrama y el drama que los envuelve, junto a todos los cambios sociales. Reflexiones sobre lo que queda de una relación después de amores y traiciones, odios y calma, perdones y caridades. Qué resta de una cultura cuando el pos del progreso económico no solo desparecen ciudades y se transforman recursos, sino también se alteran para bien y para mal costumbres y lazos culturales. Interrogantes, miradas inteligentes y finalmente una actuación para extasiarse de una actriz sin igual, que puede ser casi adolescente, desenfadadamente joven entre delincuentes, defensora de su hombre, abandonada a su suerte y constructora de su mundo, siempre distante y un poco extraña al momento que le toca vivir. El film como el país al que pertenece se transforma a través de distintos géneros: el poder de una organización mafioso con sus códigos de honor, hermandad, castigos y evoluciones. En un principio de siglo, que culmina con la protagonista femenina, poderosa, sacrificándose por su hombre, dispuesta a soportar cinco años de prisión por él. Y en el 2016 en pleno melodrama, el ya la ha abandonado por otra, cambiaron los códigos, no se atreve a enfrentarla. Ella lo obliga, mientras sobrevive decidida y valiente a su suerte. Y por fin la época actual, con la sabiduría como adquisición, la incapacidad física del ex jefe, el mundo construido por ella adaptándose a su tiempo sin entenderlo del todo.