Una mujer que debe terminar con su vida anterior se larga al desierto, en Fiambalá, Catamarca. Es una estrella de la tele que aparentemente tiene todo, pero descubre que fue estafada económica y moralmente. Que confió en quien no debía. Que lo que consiguió y deseo toda su vida no la hace feliz y le repugna. Esa es la jugada propuesta de Martin Jauregui que con un guión que escribió con Eduardo Spagnoulo y Luis “Hitoshi” Díaz que se arriesga en representar esa travesía de alguien muy famoso para encontrarse con su propia esencia, en un paisaje increíble y solitario. Son setenta y dos horas de atravesar lugares de belleza sobrecogedora, pero también inhóspitos, donde es reconocida, pero también recibe generosidades a las que no está acostumbrada. De tanto en tanto una productora, su otro yo frívolo y en constante preocupación por su carrera, se le presenta para tentarla y regresar a su “supuesto mundo” Emilia Attias carga sobre sus hombros representar lo que siente esa mujer casi sin diálogos y Adriana Salonia es esa compañera de camino. Las dos se lucen. Distinta, pura imagen y poética