Ya con la primera parte de la película, la más vista en materia de cine de terror, logró la proeza de elevar mucha el nivel del género, a ese grupo de chicos aterrados, perdedores pero cuando era necesario valientes, la vida los ponía a prueba de pánico, horrores y una dimensión del mal al límite de los soportable. En esta segunda parte, ubicada 27 años después Andy Muschietti, con su guionista Gaby Dauberman y su elenco con estrellas despliega sus alas a un nivel operístico de la oscuridad, tensando las heridas nunca cerradas de este grupo de adultos. Descubrir a un padre abusador, los desprecios del amor, la cobardía extrema de una pesadilla que jamás abandonó a nadie, son oscuridades humanas que pesan y mucho, miedos no resueltos, tajos profundos y sensibles como la más pesada carga. Cada uno de ellos revivirá su propio infierno, quizás más difícil que luchar juntos. Mientras tanto ese payaso de Bill Skarsgärd logra dimensiones abominables literales, alimentado por las debilidades humanas. Con el grupo de niños, rejuvenecidos digitalmente, para que tengan los rostros de la primera entrega, y los adultos Jessica Chastain, James McAvoy, Bill Hader, Isaiah Mustafa, Jay Ryan, James Ransone y Andy Bean, caminando en los tiempos del pasado y el presente. El film es sólido, entretenido, aterrador, con la dimensión de los peores miedos nocturnos, y un despliegue visual y de efectos especiales que constantemente sorprenden al espectador. Para los cinéfilos y fanáticos hay cameos y detalles, homenajes especiales, guiños y bromas. Una suerte de pequeños obsequios para quien descubra valorarlos. Andy Muschietti no le teme a lo grandilocuente, lo sabe utilizar y dosificar, con una fotografía que viste cada escena, un diseño de producción que logra en los momentos adecuados los acordes disonantes y el sobresalto del miedo. Una segunda parte que para los fanáticos e iniciados es un verdadero plato fuerte.