Una mujer se quedó con dinero en su trabajo, un compañero aguanta no delatarla, pero le pone un plazo a la devolución. No es la primera vez que la protagonista roba. No es mucha plata pero para ella es una cantidad enorme. Y se tomara toda una larga noche, del crepúsculo al amanecer tratando de encontrar esos pocos billetes que no tiene. En ese cono urbano desierto y despiadado esta mujer es la imagen de la desesperación. Y el director, el talentoso Gustavo Fontan, que escribió el guión junto a la escritora Gloria Peirano crea un clima de angustia, oscuridad y necesidad que golpea constantemente con los humanos que la mujer visita para obtener ayuda. La relación con el dinero es el tema, lo despiadado de esa interacción que nos suele alejar de la solidaridad, de la ternura, del amiguismo pregonado. Esa mujer recorre la noche atenazada por el abandono, al borde de una desesperanza. Cruza una ciudad inhóspita, oscura, ominosa. El personaje se transforma en el símbolo de la deuda de un país, esa condena que llevamos todos y que marcara inexorablemente todo nuestro futuro, seamos conscientes o no. Habrá un último paso hacia una solución desesperada. El azar. El pensamiento mágico, la perdición. Belén Blanco cumple un gran papel, tiene todo para dar la medida de su desamparo, desarmada sin destino, con la pulsión de su ansia. Un trabajo conmovedor. Un film inquietante.