En la opera prima de Juan Carlos Di Bitonto, que se inspiró en sus vivencias personales como disparador de un relato muy interesante escrito en conjunto con Daniela Seggiaro y que contó con la producción de Sandra Gugliotta. Lo que plantea la película es lo que le ocurre a una mujer trabajadora, que vive en Buenos Aires, que dejó a su hijo a cargo de su madre en una pequeña localidad, Susques, que con población rural incluida llega a poco más de 2000 habitantes. Para esa mujer que regresa a su lugar natal, cuando muere su madre, hay negaciones y realidades. Por un lado añora el regreso a la capital porque sabe que su ausencia puede significar la pérdida de su trabajo. Se enfrenta con un hijo que es un desconocido, con el que tiene que reconectar una relación. Pero además ese chico esta criado según el mundo de las creencias autóctonas con sus rituales para la madre tierra y sus mixturas católicas y culturales que forman su mundo, ajeno a lo que siente su madre. En ese choque realidades con algún elemento mágico reside la riqueza del filme. Pero por sobre todo a la actuación que se transforman en el alma de la película de Eva Bianco, una actriz dúctil e inteligente, que puede ponerle el alma y el cuerpo a los más variados personajes. Aquí deslumbra con los detalles, los pliegues y los silencios de su protagónico. Un film con buenos climas y momentos emotivos bien marcados.