Un vigoroso e impactante filme colombiano de una zona portuaria muy pobre, donde el narcotráfico es moneda corriente, la corrupción cosa de todos los días, y el baile y sus batallas de concurso una promesa de salida de un mundo acotado por la violencia, la pobreza y el destino aparentemente fijado. Como una verdadera explosión de energía, los bailes de hip hop combinados con las raíces afrolatinas y tradiciones colombianas da como resultado unas danzas llenas de energía, actitud, maravillosos bailarines e historias de amor y pobreza, pertenencia y venganza, como alguna vez lo mostró “Amor sin barreras”. Solo que aquí casi no hay tiempo para los sueños o el romanticismo. La acción se acelera entre competiciones, filmadas de manera arrebatadora y sensual, con profesionales que son verdaderos atletas del ritmo y la plasticidad. Ellos están impulsados por odios, tiros, mafiosos y policías que quieren a los pobres a su servicio. Todo ocurre en la ciudad portuaria de Buenaventura, cuando un grupo de amigos trata de zafar de su destino de carne de cañón a través del baile, del grupo “Buenaventura mon amour” que busca escalar posiciones en desafíos mostrados en todo su esplendor de cuerpos en movimiento. Y aunque la trama por momentos se simplifica entre buenos y malos, lo que sucede entre tanto ritmo tiene una frescura, un sentido tan genuino que gana al espectador con la explosión de tanta energía y tanta injusticia naturalizada.