Nicolás Herzog en su debut en la ficción no solo eligió un título sugestivo sino que resumió en un subtitulo sus intenciones “el pasado es un animal siniestro”. Un pueblo del interior donde los policías y algunos vecinos ejercer el poder sin inquietudes ni límites. Un ambiente que nos resulta conocido a través de tantos casos de corrupción. A ese lugar, al estilo de un western, llega un hombre con unos pocos días de libertad transitoria. A revolver el avispero de mentiras y favores, a catalizar un turbio negocio de trata. Con buenos climas y una jugada manera de contarlo, alterando tiempos y con presencias fantasmales el relato a veces se torna confuso pero luego cierra bien su historia. Lo que se ve es que son demasiados temas abiertos como defecto, con un complicado entramado que por momentos desorienta. No hace falta regodearse con jugar con los tiempos, cuando lo que se quiere decir y los grandes actores convocados tienen su mejor peso. Igual el director toma su libertad y sus riesgos y eso siempre es admirable. Lautaro Delgado Tymruk y Claudio Rissi nos regalan escenas de una tensión increíbles jugadas con perfección. Acompañados por un gran elenco.