EL PRECIO DE LA VERDAD

Quizás deberíamos decir, antes que nada, que en esta película se cuentan verdades inquietantes, que posiblemente nos lleven a tirar muchas ollas y sartenes de nuestras casas que tengan teflón, es decir un polímero de nombre casi impronunciable, politetrafluoroestileno, que ha contaminado los cuerpos de la mayoría de la población mundial. Lo que se cuenta en el film es una historia real que conmueve y subleva. Nada más y nada menos que una historia de un David, el abogado de la historia, Robert Bilott contra un Goliat, una de las mayores compañías químicas del mundo, la DuPont. Y es un caso donde el director Todd Haynes, lejos de la sofisticación de sus otras películas, elige un tono despojado, desolado como la lucha que debe llevar adelante un hombre común que no puede resignarse a una injusticia flagrante. Un hombre que no es grandilocuente, que cree en la honestidad para salvar el sistema, un sistema donde las empresas se autorregulan (no interviene el Estado) pero cuando mienten, guiadas por la codicia sin límite, deben pagar. Literalmente. Mark Ruffalo es el motor del proyecto y un protagonista excepcional, con la cabal comprensión de su rol, conmovedor e inamovible, la lucha contra la compañía tomo largos años. Lo acompañan actores como Anne Hathaway ( un rol en apariencia pequeño con una gran escena), Tim Robbins, Bill Pullman,  y un gran elenco. El guión se basa en un artículo publicado en “The New York Times” de Nathaniel Rich, titulado “El abogado que se convirtió en la peor pesadilla de DuPont” y fue escrito por Mario Coarres y Matthew Michael Carnahan. En sus dos horas de duración ese material arduo, de reunión de pruebas, testimonios y retrasos legales, se transforma en un film imprescindible, de grandes actuaciones, suspenso y sobre todo denuncia. Una película no cambiará demasiado al mundo, pero abre ojos y despierta conocimiento. No es poco. Y realizada con pericia, vale.


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