Una casa que está siendo demolida, una mujer que ve caer los restos de su memoria, el polvillo de su cordura, los agujeros negros de su profunda depresión. Para la directora Delfina Castagnino el desafío era trascender la comparación fácil de una vida en sus descensos a los infiernos del dolor y la pérdida con una casa reducida a escombros. Un reto que supero con creces al mostrar con suspenso policial los pliegues de cada comportamiento que borra los límites entre realidad y fantasía. Lo logro con el relato, ella escribió el guión junto a Agustina Liendo, Martín Feldman y Martín Mauregui, con su pulso para la dirección y sus encuadres originales y sorprendentes, con guiños al género del terror, y la calidad de todos los rubros técnicos del film, en especial la fotografía a cargo de Iván Gierasinchuk. La historia de una mujer que acaba de cumplir 40 años, que la dejó su novio, que se le murió su madre y que decide junto a su hermana vender la casa familiar que será demolida para construir un edificio. Esa mujer que siente la desintegración de su ser, solo atina a refugiarse en esa casa mientras los albañiles la tiran abajo y en el medio de sus “malas decisiones” enamora al papá de la nueva mujer de su ex. O sueña con hacerlo. Es en un punto una sobreviviente a su propia destrucción mientras se hunde cada vez más. Muy buen trabajo de la protagonista Cecilia Rainero, junto a un Antonio Grimau seductor, Andrea Garrote, y las participaciones de Diego Cremonesi y Sebastián Arzeno.
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