Por fin se estrena en nuestro país, la realización de Nagisa Oshima que es la película de arte más sistemáticamente censurada en la historia del cine y por distintas razones según las culturas. En Argentina la prohibieron los militares y en la vuelta a la democracia solo se permitió ser exhibida en un circuito condicionado, nunca se vio en Buenos Aires. Se estrenó en 1976 y ahora remasterizada en 4K, llega para todos los cines. Cuando el director y su productor francés decidieron hacer una “porno”, en ese entonces la pornografía no era una maquinaria de depredación, sino que casi se veía como una continuación a otros medios del planteo de la libertad sexual como una bandera en contra de la moral conservadora. Es el único caso en que un film de arte es relegado al circuito porno porque la película incluye sexo no simulado entre los actores. Pero a diferencia de ese género, donde la mirada es siempre masculina, el cuerpo del hombre es reducido casi a su órgano sexual, para que el varón se identifique, donde se exhibe mucho el cuerpo femenino pero no su placer, porque la escena termina cuando termina el hombre. En el imperio de los sentidos se juegan otras cosas. El sexo como único refugio en una realidad mediocre, entre una prostituta y encargada de la limpieza y el dueño de un hotel con geishas todo servicio. Entre ese hombre y esa mujer el deseo se mezcla con la necesidad de posesión y experimentación, sacrificio y placer, la pulsión de la vida que va cediendo a la pulsión de la muerte. Un retrato estilizado de esa pareja donde la demanda de placer ocupa todo el espacio posible y el laberinto de pasiones no tiene muchas salidas. Una historia con basamento real que solo puede ser contada con la crudeza de sus imágenes hipnóticas y bellas. Y que hoy conservan toda la fuerza intacta desde el momento de su estreno