NO HAY OSOS

El cineasta Jafar Panahi, el gran director iraní perseguido y encarcelado, nos entrega una película compleja que une historias de amor, donde la ficción y el documental se unen y entrelazan, donde es difícil distinguir lo guionado del registro de la realidad, pero con una gran precisión de objetivos. La tradición que encorseta las relaciones y que es remarcada por el poder, la situación siempre tensa de los ciudadanos, más aún en una población fronteriza donde todos son sospechados de querer huir, la traición, la delación y por sobre todo el miedo a la policía radicalizada, los osos del título. Panahi dirige una película a distancia, pero también se traslada a una pequeña población cercana a Turquía donde registra rostros y rituales. Sus actores  y productores lo obedecen y cuestionan, sus circunstanciales colaboradores terminan en estado de sospecha, solo por su cercanía con el realizador. Una imagen tomada al azar o sospechada de ser registrada puede subvertir y revelarlo todo como en el cuento de Cortázar. Todo acto creativo es peligroso. Y los amores transitan el dolor inevitable. Y los cineastas todo se lo cuestionan. Un film rico en reflexiones, que cambia a cada paso, que nos hace reflexionar.


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