El director del mas tristemente célebre campo de concentración, Auschwitz, entre 1940 y 1945, ha borrado de su cabeza cualquier dilema moral de la monstruosidad que organiza, solo le interesa vivir con su familia en los bellos bosques que rodean el campo de exterminio y ser y demostrar que cada vez puede ser más eficiente en la matanza, y por ende recibir felicitaciones de sus superiores. Es negacionismo total, la encarnación de la “banalidad del mal” como describió Hanna Arendt cuando escribió sobre el juicio de Eichman. Para el director Jonathen Glazer ((La bestia salvaje, Reencarnación y Bajo la piel)lograr esta impresionante película basada libremente en la novela de Martin Amis y en la vida del jerarca nazi Rudolf Höss, significo filmar con aparente objetividad lo que ocurre en esa familia numerosa que vive al lado del imperio del horror. Todo lo que ocurre en el campo de concentración esta fuera de nuestra visión, solo se nota el humo de los hornos crematorios, gritos de órdenes, tiros, alaridos de terror, cenizas que se van para el río donde pesca el jerarca, intromisión que él no puede soportar porque “invade” su mundo bucólico. El el corazón del film esta esa familia numerosa, con la mamá atenta y ruda con sus mucamas (muchas esclavas judías) encarnada por Sandra Hüller (“Anatomia de una caída”)que organiza comidas, picnics, cumpleaños, y viste primorosamente a los suyos. De vez en cuando llegan a la casa tapados de piel, y ropa interior y no hace falta preguntar el origen. El director dispuso diez cámaras para filmar a distancia y para darle libertad a sus actores y el efecto es escalofriante, evita la empatía pero tampoco les da tratamiento de monstruos. Pero el horror asoma sin sadismo ni crueldad, se impone en una dimensión gigantesca. Una película inteligente y abrumadora en detalles, geometrías impecables y la visibilidad del horror, apenas adivinada, o en planos a negro. El mal ejecutado cuando el poder esta en manos de quienes perdieron todos sus rasgos humanos.