TODOS SOMOS EXTRAÑOS

Es un viaje al corazón del dolor. Al centro justo que determinó una vida de penas y soledad. No hay melodrama pero si un vuelo alto a las reflexiones sobre la pérdida, las oportunidades que nunca se darán, lo no dicho, lo que debió ser confesado. Para un hombre solitario, un guionista de televisión gay, que vive en un edificio nuevo semi-vacío emprender una nueva relación les casi imposible. Un vecino se muestra más que amigable. Pero el protagonista está roto por dentro desde que tenía 12 años. Solo la sensibilidad y el talento del director Andrew Haigh pudo adaptar la novela de Taichi Yamada y plasmar en imágenes esos fantasmas del pasado. Porque el protagonista toma un tren y mira por la ventanilla un paisaje borroso y cuando llega a la casa paterna se encuentra con sus padres que tienen su misma edad y dialoga con ellos lo que nunca pudieron hablar. Son encuentros con sus reglas llenos de la emotividad más intensa, esos papás que saben lo que ocurrió sin mucho detalle (murieron en un accidente automovilístico) que tienen la mentalidad de antaño, pero pueden ser más abiertos por amor. No es una película sentimental pero si de sentimientos profundos, que emocionan al espectador hasta las lágrimas. Ese juego de tiempos, esos hechos tan tristes, solitarios y finales que plantea en el pasado y en el presente se tiñen de abrumador desconsuelo. Es sin dudas un estudio sobre el amor, la soledad y hasta un cierto punto una reflexión sobre alguna esperanza de reparación. Un film conmovedor y exquisito. Maravillosos actores, un Andrew Scott increíble, muy bien Paul Mescal y perfectos Claire Foy Y Jamie Bell.    


Publicado

en

,

por

Etiquetas: