LA DESAPARICION

El mismo director, Constantine Popescu, define a su película como una deconstrucción del dolor. El se propone mostrar con intensidad y talento, con el tiempo que necesita, las distintas etapas de un sufrimiento profundo y mortal. Ya eligió como titulo original “Pororoca”, que es una onomatopeya de la lengua tupí-guaraní, que significa “gran estruendo” y define a un oleaje ruidoso que inunda con agua salada las márgenes del río Amazonas cuando ingresa violentamente una corriente del océano. A la familia de esta ficción, que tienen un buen pasar, con sus dos hijos, con amigos, con su juventud y sus sueños, también ingresa la tragedia sin límites. Un domingo cualquiera, el papá lleva a sus dos hijos al parque, los mira, habla por teléfono, charla con otros padres, un día más hasta el momento en que su hija desaparece. Lo inapelable, lo inexplicable ocurre. Y esa familia a poco se desarma. La esposa no puede soportar lo que vive y se va con su hijo a la casa de los padres. Su esposo se queda solo frente a la desesperación, la culpa, las acusaciones, silenciosas y a los gritos, de todo su entorno. Un gran actor premiado por esta labor, Bogdan Dumitrache, encarna cada etapa de su situación, la desesperación, las acusaciones a la policía, la búsqueda desesperada, la necesidad de encontrar a un culpable, la ira, la soledad, la locura. El trabajo que realiza es impecable. El director con largos planos secuencias, con el ruido ambiente, con detalles que recuerdan a esa hija que no está, sus juguetes, sus dibujos, su habitación intacta. Son dos horas y media que por momentos tienen una lentitud agobiante, se desencadenan de manera impresionante al final. Pocas veces el dolor y la desesperación son tan palpables para la sensibilidad del espectador.


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