LA QUIETUD

Una película distinta de Pablo Trapero, que se aleja de mundo marginales y lacerantes temas sociales (“Leonera”, “Carancho”, “Elefante blanco”) para internarse en las relaciones de una familia aristocrática que habita una hermosa estancia que se llama como el título del film. Una ironía que a poco se descubre, tras la apariencia de opulencia y calma, bulle de secretos, pasiones, odios añejados, relaciones peligrosas. En contraposición con el afuera bello, el  (### y ½)adentro no tarda en estallar. Entre un hecho que convoca a la hermana que vive en Paris, que finalmente se reencuentra con la que se quedó junto a su madre. Entre Martina Guzmán la menor y Bérénice Bejo, la levemente mayor existe un vínculo único que se descubrirá totalmente hacia el final. Pero entre ellas una matriarca el papel de Graciela Borges dominando las riendas de una realidad que no se sostiene. Las mujeres reinan en el film en sus relaciones endogámicas, dominadas por pulsiones de pasión y muerte, verdades enterradas y vergonzantes, mentiras patológicas. Los hombres asisten a ese mundo casi sin comprender,  actuando por impulso. Muy bien filmada todas esa realidad oscura en contraposición con lo que se entreve hacia el exterior. La naturaleza y el melodrama profundo, a veces de pincelada gruesa, sin una buena profundización. Para eso Trapero contó con la complicidad, el parecido, el talento Guzmán y Bejo, entregadas y cómplices. El trabajo de Graciela Borges es sorprendente, de un espesor dramático conmovedor. Buenos desempeños de Joaquín Furriel y Edgar Ramírez.   Una trama que tiene el suspenso de un policial, con un toque Trapero muy especial, y una vuelta de tuerca que supone que la libertad es una utopía para las jóvenes de la familia no tan normal.

 

 


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