¿Se puede filmar la ausencia? ¿Se puede advertir la presencia perseverante de la muerte? Preguntas que el talentoso director Nadir Medina responde con creces en un film (su segundo largometraje) con un vigor, una fuerza poética, un estilo que solo puede conmover profundamente al espectador. Una joven mujer que regresa del exterior, el reencuentro con un compañero de su pasado, años después, en una Córdoba mostrada como paisaje urbano muy lejos de los lugares conocidos. Y entre ellos alguien importantísimo para ambos que ya no está. Pocos datos y nada de interpretaciones psicologistas para entender que sucedió, qué puede pasar entre estos seres, qué se reprochan, aunque es palpable que le duele profundamente. La cámara capta lo esencial de esos momentos, con una presencia poética y por momentos mágica, apelando a la emoción, al movimiento de los sentimientos, el horror al vacío, lo inevitable que hay que aceptar. Con muy buenas actuaciones de Jazmín Stuart, cada vez mejor actriz, y Santiago San Paulo. Estas “instrucciones” valen como reflexión profunda sobre la existencia, el valor de los recuerdos, los mandatos no cumplidos. Y para seguir atentamente a este autor y director de cualidades no frecuentes.