Un cine distinto, que el realizador Cesar González muestra en este caso, ya desde el titulo y el nombre de la protagonista, como de raigambre trágica, de destino sellado por una fatalidad que el resto de la sociedad prefiere no ver. La cámara utilizada como herramienta testimonial y poética: por los angostos pasillos de la villa, un territorio conocido por el realizador que el no necesita disfrazar. La droga institucionalizada, la incomprensión del estado, que debe ser contenedor, como gendarme rígido y amonestador. Pero también la solidaridad que brota a pesar de todo en los lugares y con las personas menos me pensadas. Seres deslizándose a la tragedia inevitablemente. Mujeres engullidas entre la violencia, la indefensión y el olvido. Un cine testimonial pero de búsqueda distinta y poética. De rostros donde leemos y observamos, que nos miran y nos enseñan. Historias límites que muchas veces crecen en medio de la indiferencia que buscan y pocas veces logran la inclusión.