HORA DIA MES

El film de Diego Bliffeld parte de un esquema que cruza lo visual, lo interpretativo con los textos de Marcelo Cohen, precisos y detallistas, cortantes como un bisturí para analizar a su personaje, que es también el narrador. De entrada se plantea que no habrá nada de las convenciones habituales del género, un comienzo, una trama, un final, un desarrollo del personaje. Es la observación de su mundo, con un intérprete muy bueno como es Manuel Vicente, en una semana elegida al azar en su vida rutinaria, en el estacionamiento donde trabaja. Las reglas del juego son claras y esa mixtura de cine y literatura comienza de manera fascinante. En especial cuando uno se familiariza con ese personaje que de día es un meticuloso empleado, que siempre quiere aprender más sobre autos, que de lunes a viernes vive en un cuartito del mismo garaje y que se sabe de memoria todo lo que debe hacer. De noche su mundo se transforma: invade los autos de sus clientes, los acomoda con obsesiva curiosidad y hasta puede dar un espectáculo artístico muy particular para una amiga. El tema es que el recurso elegido después de una primera parte de descubrimiento y sorpresa, se desgasta y no ofrece un sostenido interés para el espectador. Pero es una búsqueda interesante, una toma de riesgo al elegir esta forma de expresarse, una manera original al abordar temas tan acuciantes como el paso del tiempo, las rutinas que sostienen nuestras vidas, el inevitable tedio, la interminable espera.


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