Otra vez la tentación de volver a Henry James, en una de sus novelas famosas, “The Aspern Papers” que ya motivo varias películas y obras de teatro. Un texto que es toda una reflexión sobre el derecho a la intimidad y el papel de biógrafos y críticos que preocupaban al autor, que se asegura quemó varias cartas personales por temor a que cayeran en manos ávidas después de su muerte. Pero en este film, la obsesión de un editor por una correspondencia que posee una antigua amante de su escritor preferido, se transforma más en una motivación personal, que lo impulsa al engaño, como una búsqueda del tesoro frustrante, mechada con escenas de una relación de trío mostrada como racconto, para darle aire o erotismo al film sin lograrlo, con un tinte publicitario más que pasional. Lo demás es estéticamente muy bello, con ese palacio veneciano, los detalles de escenografía y vestuario. Y la posibilidad de admirar a una verdadera leyenda como Vanessa Redgrave con una par de escenas memorables, y el buen desempeño de Joely Richardson. Jonathan Rhys Meyers parece más un hierático modelo publicitario que un hombre torturado por sus obsesiones, tiene con los personajes de sus amigas unas trasgresiones de vestuario, que provocan más de una sonrisa. El debutante en largo metraje Julien Landis, que conto con la producción de James Ivory, se preocupó mas por las imágenes bellas que por darle emoción, pulsión de vida a su producción, fría y bella.