El director, actor, escritor Brady Corbert realiza una película en 35 mm con fotografía de Lol Crawley, que ironiza, deslumbra y trata de contener en su relato a los EEUU post tragedia de Columbine, post atentado a las torres, ataques terroristas en el mundo, con el ascenso a la fama y los costos que eso supone, de alguien en un vertiginoso camino al estrellato y las consecuencias de mantenerse en el tope de la atención del público y sus fans. Mucho y en casi todo su audaz recorrido, bien logrado, sobre la pérdida de la inocencia individual y colectiva. Es un musical melodramático contado en tres partes. Una primera que arranca de manera brutal con un chico disparándole a sus compañeros y una quinceañera adolescente que se salva de la tragedia. Compone con su hermana una canción para el entierro de las víctimas y ese será su pasaporte a una carrera de cantante. En esa segunda parte se señala la relación endogámica con su hermana, la salida al mundo, la vorágine de la libertad, la perdida de la virginidad, el comienzo de una vida loca que conlleva la industria, las primeras adicciones. Y por último, ya con la piel y el talento de Natalie Portman, la estrella que el director señaló como una mezcla de Katy Perry, Madonna, Lady Gaga, Sia, Demi Lovato y Taylor Swift, esa cantante que lleva adelante una dificultosa relación con su hija, (Raffey Cassidy, que interpreta a la protagonista de joven también) que se relaciona mejor con su tía, ahora humillada permanente, blanco de histerias y ataques de llanto de la estrella. Es por momentos abrumadora, sin objetivo, fallida en cuanto a los off leídos por Daniel Dafoe, pero al mismo tiempo deslumbrante e hipnótica. Grandes actuaciones de Portman, Cassidy, Jude Law y siguen los nombres.