Escrita y dirigida por Jonah Hill, es un film hecho con el talento del realizador, maravillosos actores y una manera de reflejar la apertura al mundo, el descubrimiento, las primeras veces de casi todo, desde los ojos y el asombro de un preadolescente menudo, curioso y conmovedor. Un niño que intenta caminar fuera de un hogar donde su hermano lo castiga brutalmente, y una madre demasiado joven intenta un rol que siempre le quedó grande. Un hijo joven, bruto y violento que asume el papel de padre del más chico. Un chico que mira con fascinación el cuarto del hermano mayor, le copia sus gustos musicales y queda prendado de una barrita de skaters, que mira desde afuera, hasta que le permiten ser del grupo, Una pertenencia que nunca sintió, una libertad que se palpa casi, tal la frescura de los climas, la calidez de ciertas situaciones, la captura de gestos mínimos, lenguajes, costumbres y ritos. Se puede filmar la alegría, el sentimiento de goce, la maravilla, Jonah Hill lo logró. A tal punto que por momento el film parece un documental de niños sueltos, cometiendo excesos, con pocos sueños y ganas de aquí y ahora. El protagonista solo pudo ser Sunny Suljic, con una actuación tan emocional y verdadera, que llega directo a los sentimientos sin ningún toque melodramático. Lo acompañan Lucas Hedges, Na-Kel Smith, Olan Prenatt. Toda esa exaltación de atrevimiento tiene momentos muy duros, un comienzo de violencia inusitada, autoflagelaciones, drogas y alcohol es un niño que quiere seguir el ritmo de los de l8, accidentes. Latigazos dramáticos que funcionan en los momentos justos para enmarcar el camino de crecimiento, comprensión y emotividad que nos regala la película.
EN LOS 90
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