De más está decir que para los admiradores de Tarantino, cada uno de sus estrenos, y más cuando el anuncia su retiro, es todo un acontecimiento. Y que cada uno de sus films siempre tendrá un nivel de originalidad, creatividad, tensión y fantasías propias que harán la felicidad del espectador cinéfilo. En ésta en particular se toma su tiempo para mostrar con una ambientación perfecta, con la entusiasta exhibición de todo lo que colecciona de una época que amo, el Hollywood que el vislumbraba desde el asiento del coche de su tío, cuando lo llevaba a pasear. Un tiempo de decadencia y transformación, del fin del cine de estrellas dominadas por los estudios, de la irrupción de jóvenes y creativos directores. Pero también el mundo de las series que idolatró y recrea en blanco y negro especialmente para el film. Un banquete de referencias, un recorrido por el parque de diversiones de su inocencia personal y la colectiva de ese tiempo, de una nostalgia primero brillosa que poco a poco se tiñe de angustia. Leonardo Di Caprio y Brad Pitt, ya grandes, pero con la madurez para mostrar su talento, son el actor y doble. El héroe de las series en decadencia que quiere pasar sin suerte al cine donde le dan el rol del villano y debe migrar a Italia, para ganar unos pesos con los spaghetti westerns. El doble que zafa de la acusación por la muerte de su esposa (referencia a Natalie Wood) que se transforma en chofer, el que arregla antenas, pero que también es su único y genuino amigo. Solo ellos pueden divertirse con pizza y cerveza mirando viejos capítulos de series en las que trabajaron. Pero hay secuencias memorables: Un Di Caprio alcohólico que falla en sus escenas y encuentra en la charla con una niña actriz el meollo de la actuación y sus lágrimas de felicidad. Pero también el encuentro de Pitt con una joven hippie a quien lleva en su auto hasta donde vive en comunidad, un lugar que l conoce porque filmo allí muchas escenas de series, ahora ocupado por los integrantes del clan siniestro. Un pequeño western en sí mismo. Otro momento memorable es cuando Margort Robbie en un cine ve a la verdadera Sharon Tate con una expresión angelical cuando el público celebra el film, Un encuentro de ficción y realidad cinematográfica lleno de magia. Algunos famosos aparecen como Steve McQueen personificado por Damien Lewis, Bruce Lee hecho por Mike Moh, y actuaciones de Al Pacino, Kurt Russell, Luke Perry, Dakota Fanning, Michael Madsen y siguen los nombres. Quien le dice que no a Tarantino?, lo aseguró Brad Pitt. Las referencias son muchas y Margot/Sharon es la encarnación de la belleza, la alegría, la despreocupación de un mundo que le sonríe. En la última hora llega la sorpresa, los cabos que se unen, la comprobación de que solo con creatividad, fantasía y talento, en el cine, se puede hacer real lo que deseamos. Nada menos.
HABIA UNA VEZ… EN HOLLYWOOD
Etiquetas: