Guillome Senez dirige esta película con una mirada piadosa que no juzga, el drama de un hombre que debe hacerse cargo de sus hijos y a la vez continuar como líder de un equipo de trabajo en una gran empresa. El guión de Raphaëlle Desplechin y el realizador muestra lo que le ocurre al protagonista cuando su mujer lo abandona (después de tener ataques de llanto, de mostrar quizás una culpa lejana por un accidente donde su hijo resultó quemado) sin darle mayores explicaciones, y el debe continuar con la vida hogareña, sus niños y su vida laboral. Justo cuando un compañero se suicida cuando no le renuevan el contrato, su entorno habitual se desmorona y todo su mundo parece tambalear. La mirada general tiene como telón de fondo la precariedad laboral en un entorno gigantesco y deshumanizado y la constante preocupación por encontrar una forma de defensa. Pero lo que le ocurre a ese hombre, ayudado por su madre y especialmente su hermana, es casi la recuperación de un vínculo, nunca tiene un tono moral. Son humanos tratando de sobrevivir ante las circunstancias límite. Romain Duris es el protagonista perfecto para transmitir lo que siente el protagonista frente a problemas que no puede resolver, desde la furia repentina hasta la comprensión dolorosa, todos los matices posibles hasta llegar a conmovernos profundamente. El film muestra una realidad durísima con una estética que hace recordar a los hermanos Dadanne, con un estilo personal y realmente turbador y emotivo.