Una película sorprendente en varios sentidos. Kleber Mendoca Filho, el mismo de “Aquarius” esta vez asociado con su habitual productor, Juliano Dornelles, como codirector, realiza un film que puede ser considerado un western, con fuertes influencias de Sergio Leone, pero también de John Carpenter, y que y homenajea a Glauber Rocha con sus dioses, diablos y muertes. Una película más jugada, violenta, directa que su antecesora. Un pueblo perdido, caído del mapa al que regresa una joven para el velorio de una matriarca, junto al proveedor de agua del lugar. El intendente les ha privado del río con una represa. Ellos no tienen nada, no esperan nada y reaccionan fuertemente ante la campaña política del poderoso del lugar. Pero cuando la vida se va poblando de cadáveres, pronto se descubrirá con toques de ciencia ficción que una terrible amenaza les exigirá ponerse en pie de guerra. El film entretiene y se juega con una mirada política, realizado antes del gobierno de Bolsonaro, lo anticipa. Su lenguaje cinematográfico, sus decisiones estéticas, su respeto hacia el cine de clase B, su producción, la lucha de sus personajes hacen de este western político un film atractivo, inquietante, distinto, de mucha impronta latinoamericana y pulso para los géneros, que redondea una producción grande y bien realizada. Sonia Braga es una médica que rechaza remedios utilizados para atontar a la gente, que arenga cuando se debe y muestra sus hilachas. Y un Udo Kier que encarna al mal que viene del lado de los poderosos, exacto en su rol. Aunque es bueno aclarar que se trata de una película coral con muy buenos personajes menores.