VENEZIA

Rodrigo Guerrero como director y guionista propone un film aparentemente sencillo para reflejar las dimensiones  y la complejidad de la soledad y el desconsuelo. El film comienza con una mujer llorando sola en la habitación de un hotel. Cuando decide salir un policía hace guardia en su puerta y la sigue cuando ella explica que sale a fumar un cigarrillo. Afuera la laberíntica ciudad de Venecia se transforma del lugar de los sueños en una geografía extraña y ominosa para vivir la soledad extrema de una pérdida. A esa mujer se le murió en marido en la luna de miel.  La investigación policial y los trámites de traslado quedan fuera foco para centrarse en la humanidad de esa argentina que chapurrea el inglés, no entiende el italiano y no tiene a nadie a quien recurrir. La cámara se transforma en sus ojos, o la sigue en su devenir, en su torbellino de sensaciones, deseos, dolores. A su alrededor la gente feliz, los turistas ansiosos, la indiferencia salvo en dos excepciones. Paula Lussi es una muy buena actriz que transmite todo el dolor que atraviesa el personaje, siempre en la hondura de la melancolía, en el borde de la lágrima que no se derrama pero que está en su rostro.  Margherita Mannino encarna la piedad y el abrigo. Un film pensado en cada milímetro para aprovechar y expandir sentimientos y también rebeldías. Profundo y muy bien logrado.


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