Ganadora del último Bafici como “mejor película”, esta ópera prima de Lucio Castro resulta un film fascinante y por momentos misterioso. Muestra el comienzo de una relación entre dos hombres. Pero lo que parece ser una historia más se transforma en única. Porque esa relación le permite al realizador ir y venir en el tiempo durante veinte años, en enlaces en un principio confusos, pero que luego derivan en elegantes pasos del tiempo. Pero no se queda ahí. Ese ir y venir temporal da lugar a planteos profundos, dolores y miedos, egoísmos y temores. El rechazo al compromiso, el dejar pasar la oportunidad al amor, la característica humana enfrentada a un destino de soledad por cobardía o por naturaleza. Y también los cambios en la sociedad. Sucede en Barcelona, entre un español encarnado por Ramón Pujol y un argentino Juan Barberini. Ellos danzan entre los tiempos transcurridos mostrando cómo se plantean desde la falta del deseo a la paternidad entre gays, con contradicciones constantes. Dilemas, seducciones, desencantos y encantos. El espectador queda prendado de la estructura tan atrayente e inteligente del film. Un talentoso director que toma riesgos y gana.