Es la última película de un actor tan personal e intenso como Pablo Cedrón. Y es el centro y motor de la historia escrita y filmada por Ignacio Busquier. La de un hombre que se baja de su barco para tomar un vino, un encuentro casual, un golpe en su cabeza y ya está sumergido en una situación de la que quiere escapar y no lo dejan, hasta que decide actuar y aceptar la llegada de un amor. Nada tiene de romántica esta situación. Personajes que sobreviven como pueden, casi siempre por instinto, por interés. Una brutalidad que sabe de acuerdos efímeros. Un pueblo portuario, un robo, el acoso de un policía que quiere recuperar su parte, intereses cruzados, situaciones límite. Un guión que es un buen soporte para crear climas, mas de miradas y desesperaciones que diálogos en una intriga construida y filmada con rigor y bien lograda. Una interesante película que sabe de destinos y personajes perdidos y melancólicos.
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