Una distopía sobre una medición de favores entre los integrantes de una pareja. Un sistema que consiste para muchos en acumular generosidades de un lado o del otro de la sociedad conyugal que concede permisos. Como acumular millas cuando se viaja en avión para disfrutar en el futuro. La palabrita ya es habitual en el lenguaje de muchos. Aquí una empresa se encarga de medir cada acción supuesta solidaria y cariñosa con el otro, con una perfecta precisión y ´plémica. Lo que plantea el buen guión de Gabriel Korenfeld y Rocío Blanco, con la segura y precisa realización de Sebastian De Caro, es que un sistema implementado de esta manera solo puede sacar monstruos de nuestro interior y que una crisis de pareja no tiene arreglo de esta manera. Todas las circunstancias que viven los protagonistas suenan convincentes y los dos se transforman en ganadores, vulnerables y queribles en determinados momentos. La buena química entre Luisana Lopilato y Juan Minujin es evidente. El ritmo de la comedia, con sus locuras y sus intermedios sentimentales, las peleas y las trampas, esta bien logrado, con todo lo que necesita el género para ser efectivo, agradable y entretenido. Se lucen Cristina Castaño y Andrea Rincón.
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