Una muy extraña comedia que puede crear empatía y reconocimiento por su humor inquebrantable, pero también rechazo. Una historia con elementos dramáticos, como un padre abandónico, que acosa a su hijo por teléfono con excusas muy variadas pero que siempre está ausente, un joven que pasó por un intento de suicidio y que en terapia grupal corta toda comunicación con su padre. Elementos que servirían para el dramón más oscuro. Pero no, la comedia se impone aunque el padre bloqueado resuelva inventar un perfil con la foto de una camarera y comenzar a dialogar con su hijo, enterarse de sus cosas sin prever un enamoramiento que lo obligará a situaciones por demás riesgosas. Sexting incluido. En el filo de una temeraria mirada que incluye un acoso, imágenes que bordean y caen en el mal gusto y lo que es políticamente correcto. Hay reconocerle al director y guionista James Morosini, que también es el protagonista joven junto a Patton Oswalt, que resuelve situaciones maravillosamente, como poner juntos a la supuesta chica y el hijo perturbado, en vez de dedicarse a mirar mensajes, una gran idea y que los actores, se bancan y tienen una química única. Y ni hablar del personaje, inspirado aparentemente en la vida del realizador y protagonista, que por arte de magia y afecto sale airoso de las situaciones más espinosas.