Ayse Polat es una directora que nació en Turquía, se formó en Hamburgo y tiene una herencia kurda. La película es una producción alemana. El gran tema son las fuerzas de represión en Turquía que trabajan como células mafiosas y la discriminación que continúa con la etnia de la directora. Ella que también es autora del guión plantea al estilo de Roshomon ir variando de ópticas para un mismo relato. Comienza con la tarea de un equipo de filmación alemán que retrata el ritual doloroso de la madre de un desaparecido, hace 28 años que en la fecha en que lo secuestraron, ella hace sopa para todo el pueblo y convida a los vecinos en su memoria. A esos periodistas les llega el pedido de un agente (el nexo es la traductora del equipo que cuida a la niña del policía) que pide refugio político a cambio de verdades y del paradero de un abogado especializado en derechos humanos, también desaparecido. La película se ocupa de este hombre violento, aterrorizado, que intenta documentar los horrores de los que forma parte para lograr salvarse de una herencia terrible. Siempre con un juego de vigilancia constante, cámaras ocultas, seguimientos continuos. Y como tercera testigo esta la niña del policía, que posee algún tipo de percepción psíquica que es la mirada acusadora implacable, la que pedirá explicaciones por terribles hechos de violencia. Una historia que por su estructura instala la locura de las fuerzas clandestinas impunes, la paranoia estallada, los traumas de situaciones que no cesan de repetirse. Una tensión constante y lograda en esta verdadera danza macabra.