La historia de Elena, basada en la novela de Claudia Piñeyro, resulta muy singular en las manos de la directora Anahí Berneri (Alanis) que con su talento ilumina una historia con muchos matices y temas fundamentales que se ponen en discusión. Elena es una mujer de 65 años que padece Parkinson, camina con dificultad, con bastón, arrastra sus pies, siempre se encorva. En la composición memorable de Mercedes Morán, es una mujer que lucha con sus dificultades con fuerza y una moral inquebrantable. Un trabajo puntilloso que se transforma en el centro de la película. Cuando le cuentan que su hija apareció muerta, ahorcada, decide que no es cierta la teoría del suicidio y se empeña en saber la verdad. Ese ropaje de thriller que atrapa al espectador solo será una puerta para un mundo cuestionador y complejo, con el uso de recuerdos y la realidad entremezclada: el trato de los médicos, del poder policial y judicial, los tratamientos de lástima, pero por sobre todo un cuestionamiento a los mandatos patriarcales y religiosos. Todo se cuestiona, la “obligación de cuidar a los padres”, el aborto, el poder y la crueldad de las madres, el sometimiento a las obligaciones de familia, el bullying. En esos pocos mas de 90 minutos caben todas las ideas, los climas, los reproches, las verdades y mentiras acumuladas por tanto tiempo. Érica Rivas hace un gran trabajo y cuando se habla de ella muy joven la interpreta su propia hija Miranda de La Serna. Para una Mercedes Moran todavía sana, la interpreta Agustina Muñoz, pero doblada con la voz de Mercedes. Y para una amiga muy cercana a la hija de Elena, aparece Mey Sacapola. Historia de mujeres, de madres e hijas reales y ficcionales, en un film que hay que ver.