Es la muy buena opera prima de Sacha Amaral, un cineasta brasileño, radicado en nuestro país y que gano con este film el gran premio de Mejor Película en la Competencia Internacional del Bafici. Amaral sigue sin concesiones el camino, en continuo movimiento de un veinteañero insatisfecho y angustiado que huye para adelante y se relaciona siempre mal con hombres y mujeres. Vive con su madre en una relación de amor-odio, pueden ser fraternales o robarse y arrojarse objetos hirientes, se cuestiona siempre su relación con su media- hermana y quiere independizarse del socio que lo inició y le dio los clientes en la venta de marihuana a domicilio. Como si se tratara quizás del retrato generacional de amores líquidos y no comprometidos, el protagonista pasa del lecho de hombres y mujeres, robando chucherías, pidiendo prestamos, poniéndose en peligro, en situaciones cada vez más densas, soñando compulsivamente con un viaje liberador que nunca parece real Las imágenes lo muestran con mucha verdad en esos encuentros sexuales y el después de depredador, como una suerte de asesino serial que necesita suvenir de esos encuentros. Difícil empatizar con ese protagonista inquieto, buscador constante y egoísta, pero a la vez humano fascinante y curioso, que camina en círculos