Es una película que en Estados Unidos se presenta como de “temática cristiana” (evangélica) que platea lo que le ocurre a un hombre que ha perdido su fe. El film protagonizado por Sam Worthington cuenta su vida como adulto, casado, creyente evangélico, con tres hijos. Solo después se sabrá que su padre alcohólico y golpeador hizo su vida de niño imposible. Durante una salida familiar, en un lugar de recreo muy concurrido la pequeña hija del protagonista es raptada. A partir de ese hecho desgraciado, límite, inapelable, ese hombre pierde su fe. Y una carta lo lleva a un encuentro con dios que esta encarnado por Olivia Spencer y dos ángeles o ayudantes. El largo metraje del film se centra en ese encuentro y en el camino del perdón hacia lo imperdonable. En la justificación del horror. No hay demasiada preocupación por los personajes secundarios, no se ahonda en dudas y convicciones. Todo servido en bandeja, con muchos golpes emotivos y situaciones que a los no creyentes pueden parecer ridículos o inaceptables. Es evidentemente un cine dirigido a una audiencia que no vera con malos ojos esta interpretación de la divinidad y sus posibilidades. Para quienes no comparten estas creencias el film resultará pretencioso, aburrido y cuestionable. Solo Olivia Spencer demuestra que puede hacer de todo papel una creación.
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