Con un público cautivo que le garantiza un éxito seguro, la quinta de la saga que supo soñar Jerry Bruckheimer de una creación de los parques de Disney, sigue dando frutos. Esta Johnny Depp porque no pueden prescindir de él, aunque un poco retaceado y menos divertido. Aquí la responsabilidad del entretenimiento esta menos en el humor que se extraña y mas en la aventura oscura, con efectos especiales grandilocuentes: Un banco entero siglo l8 “fabricado” sobre un tractor mecanizado, 11 barcos construidos sobre bases de movimiento computarizado, pantallas azules gigantes e inflables. Un mar que se abre como si la orden la diera Moisés. Y ni hablar del villano y su tripulación, más sus tiburones que solo tienen algunas partes visibles después de lo que imaginamos cruentas batallas. Javier Barden como el capitán Zalazar es un villano increíble. Y la sangre joven viene con lo que pretende ser la vuelta a los orígenes, el hijo de Will Turner (Orlando Bloom) y Elizabeth Swan (Keira Knightley) interpretado por Brenton Thwaites y un astrónoma autodidacta que juega Kaya Scodelario que se descubrirá también tiene su prosapia. Y también aparece Paul McCartney como sorpresa anunciada. En conjunto, sin grandes innovaciones, pero con momentos de batallas y aventuras bien diseñadas, Los directores Joachim Ronning y Espen Sandberg (las cabezas que se ven en la cesta de guillotinados, se hicieron con sus rostros) tiene lo necesario para un divertimento sostenido y pochoclero.
PIRATAS DEL CARIBE: LA VENGANZA DE SALAZAR
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