VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS

Es sin dudas una película costosa y pretenciosa. La más cara del cine europeo. Y Luc Besson quiso lucir cada euro invertido. Y lo hace con un despliegue que no solo es visualmente deslumbrante, una psicodelia enloquecida con efectos casi psicotrópicos sobre el espectador, le suma al 3D una creatividad exaltada y se queda en esa sucesión que comienza muy bien y luego navega en recovecos sin sentido durante una larga hora, hasta que encamina la acción y encarrila un argumento entendible. Tiene momentos realmente destacables, el ataque a un planeta perfecto e ideal con seres bellísimo muy parecidos a los Navi de “Avatar” es impresionante, la ciudad de los mil planetas y los lugares que recorren los protagonistas también son una hipérbole de momentos bellos y escenas grandilocuentes, la aparición de Rihanna es un momento único con sus transformaciones y efectos. Desde la mitad de la película y hasta el final, dura dos horas y 17 minutos, el argumento se muestra más sólido, deja la explosión colorida y la mirada adolescente, para contar una traición, un error encubierto, una despiadada actitud con tal de no reconocer errores y una bienvenida coherencia. Seguramente tendrá fanáticos del director que aplaudirán su exuberancia visual, la creatividad en los seres que habitan esa ciudad de los mil planetas. Parte de razón tienen, pero detrás de tanto oropel sin mucho sentido, con algunas observaciones a desigualdades de un mundo injusto, con una intensión de luchar por el amor, parece no alcanzar para ser un film que parece fallido.


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