De los directores Kristina Grozeva y Peter Valchanov, los mismos de la “La lección”, otra vez se basan en un hecho real para retratar las reacciones humanas y las relaciones con el poder, donde la línea ética se transgrede siempre. En este caso un solitario trabajador del ferrocarril, testigo de la corrupción chica de sus compañeros, encuentra en un paraje solitario un bolsón lleno de dinero. Y decide devolverlo. Justo en ese momento un caso de corrupción mayor es investigado y la jefa de relaciones públicas del ministro de Transporte decide que hay que utilizar a ese héroe para lavar la imagen pública del funcionario. Comienza ahí una trama kafkiana, donde al pobre trabajador lo obligan a una exposición pública, lo utilizan sin compasión a su tartamudez, y le sacan su reloj (un regalo de su padre con inscripción incluida) para que el ministro le regale uno trucho que no entiende. Su reclamo por la reliquia familiar pone en evidencia como los medios son tan utilitarios como esa despiadada funcionaria que no se detiene ante nada para lograr sus objetivos. Es una maquinaria siniestra que pone al descubierto la corrupción, la indiferencia a lo humano, la violencia. Y describe como un verdadero descenso a los infiernos como un decente y bienintencionado humano es destruido meticulosamente por los que tienen alguna porción de poder. Una visión durísima, con grandes actores, un lenguaje cinematográfico muy logrado, que se asemeja al periodístico.