Quienes amen las películas musicales, con despliegue de coreografías rutilantes y gocen por anticipado con el talento de Hugh Jackman y el de Zac Efrom para el género se encontraron con su programa perfecto. Pero aquellos que quieran saber la verdadera historia de Phineas Taylor Barnum, señalado como el creador del show business, con su circo, con su fortuna hecha con su museo de “prodigios” solo verán una versión endulcorada de un hombre de negocios, con sus lados oscuros que aquí se liman en una demasiado amable mirada sobre su vida. Es evidente que la intención fue hacer una película para toda la familia. Por eso la historia da pie a canciones románticas y marciales al servicio del baile y la diversión, que encandilan y satisfacen con creces. Es evidente que un hombre que se dedica a buscar mujeres barbudas, siameses, enanos, gigantes y otros seres ocultos por su familia o sin ella, no tenía solo fines humanitarios. Y que cuando pudo se empresario de una talentosa cantante dejo a su familia porque por fin se sintió con verdadero prestigio. También esta más que “lavada” la relación con su representada. Pero este género no tiene que ser específicamente pegado a la realidad de un personaje, aunque aquí se respire la necesidad de no entrar nunca en conflictos ni morales ni empresariales, y todo se reviste de una pátina festiva, que defiende la diversidad y se pone al servicio de lo espectacular. En ese aspecto todos brillan, cantan y bailan, hacen números acrobáticos, sufren, se enamoran y le hacen frente a cualquier adversidad, al ritmo de buenas canciones y coreografías realizadas a la perfección por los protagonistas. Brillan en ese aspecto Hugh Jackman, Zac Efrom y Sendaya, mas un cuerpo de baile perfecto y animoso. Se destaca la intensidad de Rebecca Fergusson y la emotividad de Michelle Williams muy poco exigida. Un envoltorio brillante para un entretenimiento burbujeante.
EL GRAN SHOWMAN
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