Una película para ver porque une razones. Por un lado el director y guionista David Lowery eligió una historia real, basándose en un artículo de The New Yorker, escrito por David Grann, donde contaba la historia de un ladrón de bancos legendario, Forrest Tucker, famoso por asaltar mostrando un arma sin empuñarla y además nunca la llevaba cargada, y que cuando fue apresado fue protagonista de espectaculares e ingeniosas fugas. Pero el realizador eligió a Robert Redford para encarnarlo, justo él que es casi un especialista en “ladrones glamorosos” y además este film se anuncia como el último de un verdadero símbolo de Hollywood. Lowery hizo muchas elecciones correctas además de elegir a Redford, tomó lo que quiso de la historia real, la filmó en 16 mm y la ambientó con el estilo de los años 70 y nos regala, junto al actor, una nostálgica reflexión sobre el paso del tiempo, el llamado del deseo, la pulsión de una pasión y las últimos cartuchos de un delincuente querible que Redford encarna con astucia, elegancia y seducción, fundiéndose en ese personaje otoñal. Y además de este hombre que cumple rigurosamente con lo único que lo hace feliz, hay una leve y encantadora historia de amor, a puro clima y seducción con la gran Sissy Spacek. Y un policía desencantado que le encuentra destino a su profesión atando cabos y relacionando asaltos para tratar de atrapar a ese ladrón tan personal. ¿Será el adiós definitivo del actor? Es una bella y encantadora manera de hacerlo con un director talentoso.