Con el encanto de una comedia romántica, con mucha producción, y como telón de fondo los estudios más antiguos de Europa, Babelsberg y una época muy particular: el verano de l961. En el comienzo un soldado que no sabe qué hacer con su vida busca trabajo en esa fábrica de sueños. Consigue dos cosas: transformarse en un extra y enamorarse de una bailarina francesa, que además asiste a una gran estrella. Cuando las cosas están por cuajar, crisis internacional: la construcción del muro de Berlín aleja a la pareja. Las cosas se ponen alocadas, con la confusión de lo ocurrido el extra se hace pasar por productor y con amigos incondicionales se apresta a hacerle a su ideal de mujer una película que ella no puede rechazar, aunque ya se ha convertido en una estrella y esta de novia con otro. En un tono leve, simpático, comercial, todo se desliza como una película de enredos sin fin con el esperado final y una vuelta de tuerca. No es profunda, sugiere que cualquiera pude hacer una película y que el cine es lo se siente cuando uno lo ve. De acuerdo o no el artificio funciona para un lujoso entretenimiento sin demasiadas pretensiones, pero muy bien hecho.
LA FABRICA DE SUEÑOS
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